9/6/08

Mes 3.

Todavía se acordaba de esa primera sonrisa. La primera vez que le vio. Condescendiente y amable. De su ácida mirada... se acordaba de ella porque últimamente, no la veía. Se había perdido un poco de la magia y no sabía por qué. Quizás porque él se había vuelto accesible. Había ido desvelando poco a poco el misterio que le envolvía y lo había hecho ordinario, poco excepcional alrededor de los demás compañeros. Sus conversaciones con ella habían pasado a ser algo más sinceras, a pesar de que todavía eran escuetas. Aún así, todavía se resguardaba demasiado para sí mismo. Faltaba la chispa que les hiciera conectar. Ella tenía miedo de sobrepasarse con sus bromas. Él quizás tenía miedo de parecerle demasiado serio.

No se había establecido todavía ningún tipo de monotonía. No habían tomado la costumbre de necesitarse el uno al otro para sobrellevar mejor el día. Todavía eran autosuficientes. Quizás, un pensamiento fugaz sobre el otro. Una mirada discreta, de pasada. Aunque ninguno de los dos sabía qué decisión tomar. Qué movimiento hacer. Ella se distraía con un susurro de nuevas promesas. Él tenía mucho que sacar adelante.

La incompatibilidad venía dada desde el primer día, solo que ninguno de los dos era realmente consciente. Quizás ella pensaba más en ese tipo de aspectos, a pesar de que probablemente, las cosas no evolucionarían. Soñar es más fácil que hacer. Ella se resguardaba demasiado en las mil posilidades de las cosas. Infinitas combinaciones, muchos aspectos desde los cuales jugar. Pero siempre se quedaba en la retaguardia. Quizás esperaba a que él diera el primer paso. A pesar de haberse perdido toda la belleza de lo desconocido, quedaban rincones inexplorados que podían otorgarle de nuevo, ese toque distintivo. Solo tenía que cambiar su forma de verle. Regresar al sentimiento inicial.

Hacía un mes que se había enterado de que no tenía pareja. Hacía dos semanas le habían dicho que había preguntado por ella. Hacía dos días, él se había tomado la molestia de traerle un chicle, cuando vio que necesitaba uno. Un chicle...Algo tan simple como un chicle se había transformado en el delicado detalle del día, que la tuvo sonriendo toda la tarde.

Hoy su mirada era gris. Un grito de desesperación. Una súplica de salvación. Y sólo pudo darle una sonrisa. La impotencia de no tener la suficiente confianza para consolarle con el tacto de otro ser humano le sintió como un mazazo en el pecho.

¿Se pueden salvar las diferencias? ¿Se pueden combinar dos tipos de vida completamente diferentes? ¿Dos edades tan distintas? Lo único que podría contestarle era el tiempo. Y él, si algún día llegaba a preguntárselo.

1 comentario:

Alonsa dijo...

Creo firmemente en un SÍ a esas preguntas :D