3/2/10

Relato nº 3

"Soy Satán", me dice. Como si fuera lo más normal del mundo. Como si su nombre no pesara una eternidad y un temor.

Es alto. Lleva una barba de unos cuatro-cinco días. Su pelo es castaño con reflejos tanto rojizos como dorados. Los ojos son como un abismo abierto de miel en el que bañarse.

Desprende un olor dulzón. Cuida sus manos, y todos sus movimientos son pausados. Tiene pequeñas cicatrices en el rostro, pero se puede decir que es atractivo.

La nariz, fina. Sus labios, delicados. Y una sonrisa sincera. La piel, tostada. Y algo en su acento... un deje que no se puede identificar.

Se ríe sin temor. Camina con un hombro caído y cuando se sienta observa el mundo.

Una figura discreta pero llamativa. ¿Puede ser? Aparece de vez en cuando en el mundo, con un objetivo concreto. Despliega sus armas y ataca a sus presas.

Es inmune al error humano.

Su manera de pronunciar su propio nombre le quita el peso del infierno.

"Yo soy Dios", contesto.

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