22/2/10

Los recuerdos de la Holanda de mi infancia

Cuando era pequeña, pasaba casi todos los años un tiempo en Holanda, principalmente en verano. A veces unas semanas, a veces un mes. Los primeros años (cuando más pequeña era) iba con mi hermano y nos quedábamos en casa de mi abuela, en Vroomshoop. Luego, por circunstancias que no vienen a cuento, pasábamos el mes en casa de mi tía. Los últimos años ya iba yo sola a Holanda porque mi hermano tenía cosas mejores que hacer (entre otras, ir a trabajar). Cuáles fueron los mejores años... posiblemente, los primeros, cuando era una enana que iba en la parte de atrás de la bici con mi hermano y me cuidaba lo mejor que podía y mi abuela nos regalaba su amor todos y cada uno de los días en los que estábamos con ella. Pero recuerdos tengo de todas las etapas y son muchos.

- Hay unas cuántas cosas que recuerdo especialmente de los años en los pasábamos un tiempo con mi abuela. La primera, el olor de su jabón. Es de una marca típica de Holanda. Y cada vez que lo huelo me transporta a la casa de mi abuela, a ella. Es increíble cómo un olor puede quedarse grabado en nuestra memoria y luego llevarnos al pasado en un solo instante. La segunda son los vecinos. Algo así como unos granjeros con sus cientos de vacas y su propia leche. Mi abuela nos mandaba a mi hermano y a mi casi todas las mañanas a buscar nuestra propia jarra de leche. Realmente no tengo grabada en mi memoria la cara de quien nos daba la leche, pero sí ese momento... el de salir de casa de mi abuela e ir corriendo con mi hermano hasta nuestro premio. También los vecinos de al lado, con dos hijos. Una chica de la edad de mi hermano y un chico de mi edad. Durante esos años siempre pensé que esa chica sería la primera novia de mi hermano, jijiji. La madre de ellos siempre nos regalaba chocolatinas (los famosos paquetitos de Smarties), y con la chica, sobre todo, íbamos a dar paseos con la bici. Mi hermano pedaleando y yo detrás. Pasábamos a menudo por el lago que había con algunos cuantos patos y nos dedicábamos a tirarles pan. Y un pequeño puente que pasábamos por debajo, con su debida cuesta para coger velocidad... También en casa de mi abuela había dos inmuebles que tenían especial relevancia: 1) el sillón de la mejor amiga de mi abuela, considerada como una segunda madre por la familia, que siempre estuvo ahí (cuenta mi madre que si no hubiese sido por ella, uno de mis tíos no habría pasado de sus primeras semanas) para todos y cada uno de los retoños de mi abuela, y por supuesto, para su amiga. Pasaba días en casa de mi abuela, siempre sentada en su sillón. Siempre ahí. 2) el mueble con cajones que había en la habitación que yo dormía. Tiene todavía impregnado el olor de la casa de mi abuela. Mi tía aún lo conserva.

- A lo largo de esos años, una de esas veces en las que pasábamos unos cuántos días en casa de mi otra tía, que vivía en Vasse, mi hermano tuvo la santa paciencia de enseñarme a montar en bici. Me acuerdo del parque en el que estábamos. Él, al final del camino de tierra marrón, negra y húmeda, esperándome y gritándome: ¡¡venga!! ¡¡pedalea!! ¡¡recto!!

- También íbamos de cámping, con la caravana de mis tíos. Los primeros años, íbamos a cámpings más discretos, más íntimos. Me acuerdo de uno especialmente por el perro que tenía otra gente que estaba por ahí. ¡¡Estaba loco el condenado!! También solía ocurrir que mi tío se hacía amigo de algún granjero que había cerca y alguna que otra vez coincidiamos con el nacimiento de alguna vaquilla. Me acuerdo de una vez que tuvo que ayudar porque la criatura no salía... y puso una cuerda alrededor de las pezuñas para estirar y ayudarla a salir. Qué atrocidad, ver eso a unos jovencísimos años. Se te queda grabado. También había otra pequeña que hacía poco había nacido y tenía problemas de contención. Por dios, ¡cada dos por tres se hacía pis! Y bueno, largos paseos, nos hacíamos amigos de los caballos, etc, etc. Los siguientes cámpings ya fueron algo más masificado e incluso había gente de nuestra edad, piscina, baños y una especie de sitio de picnic. Así que ahí pasábamos una semana (o dos), con mis tíos, haciendo amigos y el chorra por el ancho bosque que nos rodeaba.

- El hecho de que mi hermano y yo pasáramos cada año un tiempo en Holanda suponía para la familia holandesa una especie de revelación. Lo mejor era que casi cada uno de mis tíos y tías nos quería llevar a algún sitio diferente, por lo que siempre acabábamos con la visita a algún parque de atracciones, a algún zoo o vete tú a saber qué. Hubo una vez en la que, al salir de algún tipo de sitio como estos, con la bici, se me cruzó mi propio tío (!!) sin querer, las ruedas de las bicis chocaron, y yo caí de lado. No se me ocurrió nada mejor que poner el brazo plenamente recto para frenar la caída. Quizás me frené, si. Pero por el camino me partí el brazo. Dios mío. No sé si es real o no (quizás estaba convaleciente y lo que voy a relatar aquí es una invención completamente mía), pero creo recordar que yo iba en la parte de atrás de alguna bici y acabamos en algún médico que tiene la consulta en su propia casa, en medio de alguna carretera. Yo debía de estar llorando como una condenada (o no, yo que sé). La cuestión es que cuando fuimos a un centro médico (si es que fuimos... porque a lo mejor me lo puso ese mismo médico, no estoy segura) me pusieron 3 capas de yeso. Cuando llegué a Mallorca (que por cierto, pensaba que el brazo me iba a explotar por la presión en el avión) y me llevaron de nuevo al médico, me pusieron 2 capas más de yeso. ¿A santo de qué? En fin, así que ahí estaba yo. En pleno verano. Con el brazo enyesado. Durante un mes. Sobra decir que sí, me rasqué por dentro con una vara de yo que sé qué y sí, se me quedó el taponcito dentro. ¿A quién no le ha pasado nunca eso? xDDD Ya que estoy por estos relatos, voy a mencionar la curiosa anécdota de que, las dos únicas veces que me he roto algo ha sido en Holanda. La otra vez, fue en casa mis tíos (con los que estoy pasando ahora este mes). Justo el día antes de volver. Estábamos en la parte de atrás de la casa. Yo jugando con mi tío y no sé qué puñetas pasó, que me caí no sé cómo y me rompí algún hueso del pie izquierdo. No podía apoyarlo. Así que mi tía me llevó a un centro médico... Y ahí estábamos esperando, yo sentada en una silla de ruedas, con mi pie izquierdo descalzo y mi pie derecho con el zapato. Pues no tuvo mi tía la santa ocurrencia de hacer la gracia diciéndome: "¡Ahora sólo falta que este también se te rompa!", haciendo referencia a mi pie bueno pero sacudiéndome mi pie malo. Joder cómo chillé... xDDD En fin, me enyesaron la pierna hasta debajo de la rodilla (ya podría haber sido hasta por encima del talón...), también en pleno verano y me dijeron que tenía que llevarlo 3 semanas. Al día siguiente, en el avión, volví a pensar que me explotaría la pierna. A la semana ya estaba apoyando el pie. Y me acuerdo que, durante esos días, comí mucho melón.

- En la antigua casa de mis tíos, no había piscina. Bueno, qué puñetas, en esta tampoco (la verdad es que no he visto muchas casas con piscina). Me acuerdo que, cuando mi hermano y yo teníamos mucha calor, mi tía sacaba un cubo rojo grande, metíamos los pies dentro y sacaba la manguera. Qué tiempos aquellos. ¡Cuando podía meterme en un cubo rojo!

- Mi tía, por aquel entonces, trabajaba en su propia oficina (de su empresa), que estaba a cinco minutos andando de su casa y a uno y medio en bici. Había días que mi hermano y yo nos pasábamos por ahí. No sé si a tomar café, si a dar la lata a mi tía, o porque nos gustaba el perro del compañero de mi tía y preferíamos jugar con él a estar solos en casa. Baroon. se llamaba. O Baron. No sé. Pero qué perro más alegre y más dicharachero. En la parte de atrás de la oficina nos pasábamos los minutos corriendo delante y detrás del perro. Tirándole pelotas de tennis, etc. Me acuerdo, ahora volviendo al interior de la oficina y al compañero de mi tía, que quise hacer una gracieta y me salió el tiro por la culata (quizás tenía algún tipo de enamoramiento con el hombre en cuestión). No voy a decir la broma, porque no tiene sentido traducirla. Pero sí me hace gracia que esa anécdota, y no otras, se me haya quedado especialmente grabada. ¡Ay, la vergüenza, cómo marca! xD

- Ya en la nueva casa, los años en los que todavía venía con mi hermano, éste me obligaba a jugar al fútbol con él. Siempre se ríe cuando lo recuerda. A mí en verdad me hacía ilusión que me lo pidiera. Pero shhh, no se lo digáis. Y también fue durante este tiempo en el que, cada vez que yo le pedía hacer algo y él me decía no, siempre le contestaba con un "Niño aburrido". A día de hoy, todavía se lo suelto de vez en cuando... xDDD

- Una cosa. Todo jovencito-adolescente que viva con bosques al lado desarrolla la imperiosa necesidad de montar alguna cabaña. Lo hicimos en Mallorca, y lo hicimos aquí también. Se nos podía ver a mi hermano y a mí, madera arriba, madera abajo, para crear algún sitio en el que pasar el tiempo. Incluso hicimos una inauguración y comimos toda la familia ahí. ¡¡Macarrones!! Después de eso, no sé si la usamos mucho más. Hoy ya no existe... xD

Realmente pasé buenos tiempos durante mi infancia, por este país. Lo que pasa que la cosa cambió cuando mi hermano dejó de venir conmigo y yo me pasaba un mes entero aquí, bastante sola (cuando creía que tenía mucho más que hacer en Mallorca... porque por aquel entonces jugaba al tenis y tenía a mis amigos en esas pistas!). Aparte, también era la etapa de la adolescencia y las cosas son muy diferentes. Cuando se es niño no te importa tanto que tus tíos/as quieran hacer esto y aquello contigo. Cuando eres adolescente, las cosas cambian mucho. Hay ciertas preguntas que molestan. Ciertas cosas que no quieres hacer. Y ciertas cosas que piensas y no puedes exteriorizar.

Echo de menos muchas cosas de aquellos tiempos. A mi abuela, siempre. La inocencia. Las ganas que tenía siempre de coger la bici y recorrerme 10 km para cortarme el pelo en la peluquería de uno de mis tíos. A mi hermano, también. Las antiguas casas en las que pasé el tiempo. En fin... Esto es una pequeña parte de lo que viví cuando era una mocosa. Parte de lo que es y vivió mi madre. Tendré que agradecer al país por todos esos momentos que me brindó. Y por la leche que bebí.

2 comentarios:

Alonsa dijo...

Este post es uno de los más bonitos que has escrito :) Y al leerlo dan más ganas, si cabe, de ir a conocer todo aquello.

Alonsa dijo...

Esto... Lola todavía no sabe escribir. Soy Tere xD