Se había acordado, mientras pasaban los días, de otro momento en el que cruzó con él más que un hola, cuando todavía no había aparecido el interés en forma de obsesión. Él se había limitado a estar cortés, justo y a la vez, distante y frío. Y ella lo había interpretado como un signo de educación, esa pequeña muestra de respeto que no todos la dan.
Ahora, después de casi 1 mes desde que coincidieron al recoger sus papeles e intercambiar el que era el de uno con el del otro, veía ese distanciamiento de otra forma. Daba nuevas figuras a las sombras y se inventaba nuevos nombres para disfrazar las obviedades ya establecidas. Se volvía a tapar los ojos. No todo el mundo es capaz de asimilar y encajar un gran golpe con dignidad. Cada uno, a lo largo de su existencia, había ideado sus propias formas de evadirse de la realidad y a la misma vez, afrontarla.
Hoy había llegado al trabajo desde el distanciamiento precavido, después de las conclusiones a las cuales ella misma se había forzado a llegar, pero todavía ansiaba encontrárselo en el área de descanso, mientras se preparaba para su fugaz siesta típica de los(sus) viernes, o ya dormido. Pero no estaba. No quiso darle muchas vueltas, porque no tenía más significado del que propiamente tenía.
Aún así, horas después no pudo evitar pensar en ese preciso momento en el que entró por la puerta y la sala estaba vacía. Estaba sola. Esa fue la primera imagen que apareció en su mente, de forma instantánea, cuando finalmente descubrió que sí tenía pareja. Después de esa desoladora visión, se acompañó a sí misma con una sentencia llena de autocompasión “Así estaré, a partir de ahora, más tranquila… ya no tengo motivos para crear expectativas y/o esperanzas”. La tercera fase que experimentó en poco más de dos minutos fue ese sentimiento demoledor debido a esa sentenciadora confesión que nos deja completamente fríos sin saber cómo reaccionar, deseando poder echar atrás en el tiempo y fingir que esas palabras no se habían dicho y que por lo tanto, no tenían validez alguna.
La única facilidad que encontró en el mismo momento en el que se le partía un poco más la felicidad pasajera fue que, efectivamente, él tenía libre. Y no habría cruces con saludos distantes.
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