Volver a casa siempre sienta bien. O eso dicen.
Llegué a Mallorca a las... 23:13, más o menos. Pisé el aeropuerto unos diez minutos después, y fue entonces cuando me di cuenta, aunque parezca mentira, de lo que echo de menos trabajar ahí. Sé que no es el trabajo de mi vida. Sé que aguantar a los guiris cuando pierden las maletas no es tan apasionante como parece. Sé, aunque poco (porque en ese aspecto siempre he tenido bastante suerte), que los retrasos no nos hacen gracia, y menos si son de madrugada. Pero es un trabajo dinámico, en el que no estás quieta. Y aparte de los compañeros, siempre encontrarás a alguien que te invite a un café y con el que te olvidarás del resto de las cosas y te limitarás, simplemente, a pasártelo bien charlando de absolutamente nada.
Antes de llegar al aparcamiento, ya sabía que una de las cosas que más añoro de Mallorca es el poder usar un coche e ir a donde me dé la gana. Aunque no lo parezca, el cumplir 18 años y que mi padre me empujara un poco a que me sacara ya el carnet de conducir, se convirtió en el primer paso de la independencia. Ya sabéis que en Mallorca no hay que fiarse del transporte público, y tener que depender de alguien que pueda llevarte a donde tú quieras ir a veces es muy molesto (y la gente no siempre está dispuesta a llevarte). Así que el 9 de Septiembre de 2004, cuando por fin me dieron mi carnet, estaba más feliz que unas pascuas, y en seguida cogí el coche. Lo malo es que en 20 días me iba a Barcelona. La vuelta a Mallorca en verano significaba adquirir de nuevo ese tipo de pequeña independencia. En BCN el transporte público va como la seda (al menos para mi). Pero para mí no hay color.
Cuando llegué a casa, todos los pesos que iba cargando durante estas últimas semanas desaparecieron sin más. Todo se hizo más fácil. Por un momento me olvidé de las responsabilidades, de los alquileres, de las deudas, del trabajo, del piso, de los problemas, y me limité a estar en casa y charlar con mis padres de cómo iba la vida.
El domingo tenía que ir a buscar a unos familiares al aeropuerto. Me reencontré con antiguos compañeros. Gente que esperaba que ya empezase la temporada. Y a mi se me crispaban, a medias, los nervios pensando que este verano a lo mejor no vuelvo a casa en verano. Sé que es lo que tengo que hacer. Si me lo proponen, quedarme en BCN, encontrar esa estabilidad que posiblemente me haga falta. Solo que me pregunto si realmente es ese el lugar donde tengo que quedarme. Muchos dirán que sí. Terminar lo que he empezado. No entregarme a la vida del trabajo. Hacer lo que quiero hacer. Conservar lo que tengo. Pero no puedo evitar sentir ya esa añoranza de levantarme a las tantas de la madrugada para llegar al aeropuerto con una sonrisa y hacer mi trabajo. Después de tres veranos ahí, los lazos se han creado y no retomarlos provoca nostalgia. Y no hay color entre estar en el piso y estar en casa, con mis padres.
Hoy se me acaba el chollo. De hecho, estoy a un cuarto de hora de irme al aeropuerto y volver a BCN. No diré que en el FNAC no estoy bien, porque estoy genial. Y por supuesto también me dolería que finalmente tuviera que irme. Pero me dolería mucho menos que no poder volver a casa. Tengo el corazón partido, como Alejandro Sanz. Aunque en otro sentido.
Llegué a Mallorca a las... 23:13, más o menos. Pisé el aeropuerto unos diez minutos después, y fue entonces cuando me di cuenta, aunque parezca mentira, de lo que echo de menos trabajar ahí. Sé que no es el trabajo de mi vida. Sé que aguantar a los guiris cuando pierden las maletas no es tan apasionante como parece. Sé, aunque poco (porque en ese aspecto siempre he tenido bastante suerte), que los retrasos no nos hacen gracia, y menos si son de madrugada. Pero es un trabajo dinámico, en el que no estás quieta. Y aparte de los compañeros, siempre encontrarás a alguien que te invite a un café y con el que te olvidarás del resto de las cosas y te limitarás, simplemente, a pasártelo bien charlando de absolutamente nada.
Antes de llegar al aparcamiento, ya sabía que una de las cosas que más añoro de Mallorca es el poder usar un coche e ir a donde me dé la gana. Aunque no lo parezca, el cumplir 18 años y que mi padre me empujara un poco a que me sacara ya el carnet de conducir, se convirtió en el primer paso de la independencia. Ya sabéis que en Mallorca no hay que fiarse del transporte público, y tener que depender de alguien que pueda llevarte a donde tú quieras ir a veces es muy molesto (y la gente no siempre está dispuesta a llevarte). Así que el 9 de Septiembre de 2004, cuando por fin me dieron mi carnet, estaba más feliz que unas pascuas, y en seguida cogí el coche. Lo malo es que en 20 días me iba a Barcelona. La vuelta a Mallorca en verano significaba adquirir de nuevo ese tipo de pequeña independencia. En BCN el transporte público va como la seda (al menos para mi). Pero para mí no hay color.
Cuando llegué a casa, todos los pesos que iba cargando durante estas últimas semanas desaparecieron sin más. Todo se hizo más fácil. Por un momento me olvidé de las responsabilidades, de los alquileres, de las deudas, del trabajo, del piso, de los problemas, y me limité a estar en casa y charlar con mis padres de cómo iba la vida.
El domingo tenía que ir a buscar a unos familiares al aeropuerto. Me reencontré con antiguos compañeros. Gente que esperaba que ya empezase la temporada. Y a mi se me crispaban, a medias, los nervios pensando que este verano a lo mejor no vuelvo a casa en verano. Sé que es lo que tengo que hacer. Si me lo proponen, quedarme en BCN, encontrar esa estabilidad que posiblemente me haga falta. Solo que me pregunto si realmente es ese el lugar donde tengo que quedarme. Muchos dirán que sí. Terminar lo que he empezado. No entregarme a la vida del trabajo. Hacer lo que quiero hacer. Conservar lo que tengo. Pero no puedo evitar sentir ya esa añoranza de levantarme a las tantas de la madrugada para llegar al aeropuerto con una sonrisa y hacer mi trabajo. Después de tres veranos ahí, los lazos se han creado y no retomarlos provoca nostalgia. Y no hay color entre estar en el piso y estar en casa, con mis padres.
Hoy se me acaba el chollo. De hecho, estoy a un cuarto de hora de irme al aeropuerto y volver a BCN. No diré que en el FNAC no estoy bien, porque estoy genial. Y por supuesto también me dolería que finalmente tuviera que irme. Pero me dolería mucho menos que no poder volver a casa. Tengo el corazón partido, como Alejandro Sanz. Aunque en otro sentido.
1 comentario:
Me alegro mucho de que hayas disfrutado de esta escapadita a tu hogar ^^.
Espero que la vuelta finalmente no haya sido muy traumática.
Besotes! :@@@@@@@@@@@@@@@
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