17/12/10

Enjoy The Silence II

- 26.10.11:
Black Friday. El día después de Thanksgiving en los EEUU hay rebajas. Y mi madre y yo nos vamos a Jersey Gardens, un outlet gigantesco en el cual te podrías pasar perfectamente una semana entera y todavía te faltaría tiempo. Y por supuesto, los americanos están acostumbrados a hacer colas por cualquier cosa... porque siempre son demasiados por todas partes.

Inexplicablemente, no es un agobio, a pesar de la cantidad de gente que hay por aquí. Incluso una tiene su propio espacio vital para caminar sin chocarse con nadie. Me acuerdo de mis días en BCN, un sábado cualquiera en el FNAC... y la verdad es que tenemos mucho que envidiar de esta gente.

Hay peña que viene con maletas al outlet. Hay tropecientas mil tiendas y se gastan no se cuántos millones de dólares.

Madre mía. No se puede entrar en la tienda de Levis. Es imposible ver los vaqueros. Y en la tienda Victoria's Secret hay cola hasta para entrar.

Creo que me he gastado unos 500 dólares así por la cara, en cinco horas. Me cambio las Converse por unas Adidas recién compradas. Dios, qué maravilla. Una comodidad Adidas que sólo me cuesta 28€.

Me lía un americano que, mala suerte para mí, sabe castellano, y me gasto 140 dólares en una plancha supersónica para el pelo y salgo del outlet con un peinado que ni Ricitos de Oro (a día de hoy, puedo decir que los dólares están muy bien invertidos porque la plancha es la puta polla, hablando mal y pronto xD).

Después de la locura y un paseo desde la parada de bus al hotel largo del carajo cargando tooooooooodas las bolsas mi madre y yo, llegamos a la habitación y nos falta una bolsa. Una de las mías. Me quiero morir. Un pantalón vaquero negro, una camisa blanca y un jersey. Todo bien conjuntado. Mi madre me da 50 dólares por la pérdida. Y yo me tiro en la cama en plan resignada. Mi cabeza empieza a pensar sola y se da cuenta de que es imposible que la bolsa se haya quedado en el bus o se nos haya caído, porque era una bolsa que recuerdo haber visto en mi mano al llegar al hotel. Mi madre baja y la bolsa está en recepción. Me la había dejado al lado del ascensor sin darme cuenta. Le devuelvo los 50 dólares a mi madre. Si es que es un cacho de pan, la tía. Me dice: "Menos mal, ahora ya puedo estar feliz por mis compras sin que me sepa mal por ti". ¡¡Si es que hay que quererla!! xDD

- 27.11.10:
Es increible. El hombre del tiempo no se ha equivocado ni una sola vez desde que llegamos. Incluso predijo bien la hora de la lluvia del jueves. Ya podrían ser así de buenos nuestros meteórologos.

Subiendo a 300km/h la horrorosa cuesta a la parada de bus para no perderlo, me fijo en que hay un montón de cables de electricidad cruzando de lado a lado, de una casa a la otra, la calle. Cuando estamos arriba, nos damos cuenta de que el bus no va a pasar hasta dentro de 40 minutos, porque habíamos mirado el horario del viernes... y es sábado. Vale. Viene un minibus de otra empresa, y más barato, que nos lleva hasta la misma parada. Mientras que en el bus de línea había americanos, en este prácticamente son todos hispanos. Qué cosas.

Por fin, el MOMA. Impresionante. El diseño arquitecto del museo es la caña. Y me hace una ilusión tremenda que parte de los fotógrafos que he estudiado están expuestos. Hay una foto de Sally Mann retratando a su hija que me impacta sobremanera. Faltan días para verse el museo entero y todas sus exposiciones. En medio de nuestro recorrido oímos gritos en unas plantas más abajo. Por suerte, había leído a la entrada que están haciendo una exposición de sonidos (!!) en la cual se pide la participación del público y que posiblemente se escuchen cosas raras. Me empiezan a doler los pies. Hay cosas expuestas que son muy interesantes. Y otras que te plantas delante y haces "¿?¿?¿?¿?¿?¿?¿?". Por aquí andan los eruditos con su bloc de notas tomando apuntes de todo.

Después de la visita a la tienda de regalos del MOMA (de la cual me llevaría todo, pero no me llevo nada), nos vamos a por unos pancakes. Nos timan 40 dólares por dos pancakes, un trozo de tarta de queso y dos cafés asquerosos. La cheesecake es de las peores que he podido probar en un restaurante. Por cierto, los americanos no tienen ni puta idea de hacer café.

Pasamos otra vez cerca del Central Park. Me gustaría volver a entrar y perderme otra vez, pero hay todavía demasiadas cosas que ver. Nos vamos a la Catedral de St Paul. La verdad es que impacta la imagen de una catedral entre tanto edificio moderno y alto. Hay un montón de peña. Las vidrieras son super coloridas. Me encanta el rosetón. Es enorme. Hay dos americanas que no saben encender una vela. De verdad, cuánta estupidez humana. Y es curioso ver gente rezando entre tanto turista haciendo fotos. Sin flash, eso sí.

Seguimos nuestro recorrido hacia abajo, para ir hasta a la New York Public Library. Estamos ya bastante cansadas. Creo que la única parte del cuerpo que no me duele es la cabeza. La biblioteca está muy cuidada. Aprovecho que hay una pequeña exposición fotográfica mientras mi madre se sienta en un banco a descansar sus pies. Cuando vuelvo a buscarla, aparte de ver un árbol de navidad gigantesco dentro de la entrada principal, veo que la mujer se ha quedado roqui en el banco. Y la paliza que nos queda todavía.

Vamos a la Grand Central Station. La estación de las películas. ¿Quién puñetas no ha visto el hall en el cine? Impresiona la leche cuando estás ahí. Y por supuesto, que no falten las banderas. ¡Ah, el mítico reloj! Está prohibido sentarse en las escaleras. Y la gente viene y va a todas horas.

Ya que nos queda cerca, nos vamos al Bryant Park y al mercadillo navideño que ya tienen montado. Se ve a lo lejos el gran Empire State Building. Cómo despunta el jodido. Bueno, por lo que se puede ver, el mercadillo es un mercadillo bastante pijete. Creo que aquí no hay nada que valga menos de 50 dólares. Cágate lorito. Y en el centro, una pista de patinaje. Mucho más barata que la del Rockefeller Center. Tanto que es gratis. Lo único que tienes que pagar son los patines, no como en la otra... que vete tú a saber cuánto te cobran por pisar el hielo. Estamos un rato viendo a la gente intentando no caerse. Hay un negro (guapísimo, por cierto) que baila con mucho estilo con sus propios patines. Lo que pasa que necesita demasiado espacio para sus vueltas y hay mucho inexperto que tiene la pinta de ir directo a estamparse contra él.

Hace rato que ha caído la noche en Manhattan. Empieza a hacer más frío. Y aparte del dolor de pies, el estómago ruge. Y toca ya una hamburguesa americana de verdad. Nos vamos al Schnippers, que nos queda al lado de la estación de bus. El lugar es único en el mundo. No hay más Schnippers repartidos por ahí. Y la hamburguesa está asquerosamente buena. Pero joder, cómo me huelen los dedos después a cebolla. Da igual que me lave las manos, ahí sigue el olor.

Sigo viendo tíos guapos por doquier. ¡Ays, si pudiera quedarme!

- 28.11.10:
Hoy toca el Distrito Financiero y el puente de Brooklyn. Y lo que podamos ver por el camino. No me olvido de mis cereales. Los voy a echar de menos cuando nos vayamos.

Llegamos a Vesey Street, que está al lado de la Zona Zero. Antes de dirigirnos para allí, nos paramos a ver un monumento a los Irlandeses, al lado del río Hudson. Es un trozo de "aldea". Y en piedra están grabados los nombres de las ciudades irlandesas.

Nos metemos en un edificio que tiene forma de cúpula. Dentro hay unas 30 palmeras. Pero de las de verdad. Me flipa lo de esta gente. Cuando cruzamos el edificio, salimos al hueco que han dejado las Torres Gemelas. Se me ponen los pelos de punta al pensar en el 11 de Septiembre. Me intento imaginar ahí, en el día en que sucedió todo y de verdad es que me quedo muy impresionada. Ahora son todo obras.

Seguimos caminando por la zona con la idea de ir hasta el Puente de Brooklyn y cruzarlo. Por el camino encontramos un memorandum a los bomberos que perdieron la vida en el 11-S. Una placa de no sé cuántos metros, de metal color bronce. El nombre de los que estuvieron ahí. Y el museo del 11-S. Y alrededor de toda esa zona, vallada, fotos del nuevo edificio que ocupará la zona.

Después de un largo paseo, por fin llegamos al Puente Colgante. Qué pasada de puente. Uno claramente puede llegar allí, verlo e irse. Pero hay que cruzarlo. ¡No puedes ir a NY y no cruzar el puente de Brooklyn! A mi madre casi la atropella una bici en la vuelta hacia NY y casi se muere de un infarto del susto. Hago tropecientas mil fotos y todas se parecen a las que siempre se ven del puente. Pero es que... ¿qué otra foto se va a hacer? Un matrimonio me pide que les haga una foto. Aprieto y veo que estoy haciendo un vídeo. El hombre me pide disculpas 30 veces por no haberse dado cuenta. Les hago la foto. Me dice: "Oh!! Very professional!!" Es una compacta del año catapún que va a pilas. Con unas nociones de encuadrar, cualquiera puede ser profesional xD.

Ya hemos cruzado. Se oye música. Un grupo de B-boys están haciendo una pequeña demostración de sus dotes. Nos quedamos a verles. Madre de Dios. Hay uno con una mata de pelos rizados exageradamente afro. Impacta y desentona con el cuerpazo que tiene el tipo. Se ponen a bailar. Me pongo a hacer un vídeo. Cuando terminan, tienen una forma muy peculiar de pedir dinero. Básicamente nos dicen que si no dejamos dinero, nos perseguirán por la calle... Qué jachondos. Por cierto, el de los pelos afros... Era una peluca. Menos mal.

City Hall Park. Menudas esculturas raritas hay por aquí. El Ayuntamiento está cerrado. Y no puedo dejar de pensar en la película de Al Pacino que se llama, precisamente, "City Hall". La tengo, pero no la he visto, así que no sé si realmente está hecha en NY. Ah... Al Pacino. Ya podría haberme cruzado contigo en tu ciudad. Si es que no te dejas ver.

Cuando vamos a cruzar la calle, oímos más música. Ese tipo de música que se oye a través de esos típicos altavoces que remarcan los graves, y que suelen ser el equipo de música de los típicos coches gigantes que sólo se ven en las películas americanas (pongamos como ejemplo el que conduce el propio Tony Soprano por New Jersey), y que, mayoritariamente, las conduce el típico negro americano. La música retumba por toda la manzana. Y mientras mi madre y yo nos giramos esperando un monovolumen americano, pasa un Honda de estos largos, de por lo menos 10 años, de color verde oscuro, con la pintura ya saltada, con un negro dentro (eso sí), todo emocionado y dándose vidilla a sí mismo por la música que sale de su coche. Me empiezo a partir de risa. No me cabe en la cabeza. El tío está parado en el semáforo prácticamente a una manzana de nosotras y todavía se oye su música. Claramente, se ha dejado la pasta en el equipo de música, y no en el coche.

Una señora nos engaña y nos dice que en Tribeca, los domingos no hay buses. Nos ponemos a caminar y a la media hora vemos que pasa el bus que precisamente, queríamos coger. Me cago en la señora. Y en toda su familia. Deshacemos parte del camino que hemos hecho para recortar un par de paradas. Y por el camino nos encontramos una plaza, la de Washington. Qué bonitos son todos los parques. Y qué coloridos.

Llegamos al Empire State Building. Subimos. Bueno, eso de subir es un decir. Primero hacemos una cola para esto. Ahora, una cola para lo otro. Y otra cola más. Y espera, que queda otra, todavía. Después de 30 minutos, estamos arriba. Toda NY a nuestros pies. Y el Sol se está escondiendo. Ays, qué vistas. Y qué frío hace, joder. Unos gallegos discuten, detrás mía, dónde son mejores las vistas, si aquí o en el Top Of The Rock. Yo no me decido por ninguno de los dos.

Volviendo al centro, entramos en Toy 'R Us, más que nada porque me habían dicho que tenía que hacerlo. Mecagoenlahostiaputa. Hay una noria dentro de la tienda. Y los niños subidos con los padres, dan vueltas en ella. Esto es flipante.

Y cómo no. No nos podíamos ir de aquí sin pisar el Planet Hollywood. Nos ha tocado la camarera más sosa de todas. Qué le vamos a hacer. De tanta gente que nos tiene que poner buena cara, alguna tenía que tocarnos que estuviera hasta los mismísimos de sonreír todo el día. Qué estrés. Me como una lasaña de Los Ángeles que está impresionante. Mi madre disfruta de unas costillas. Y Jay-Z y Alicia Keys nos cantan, en 300 monitores, "Empire State Of Mind". Empiezo a decir, como una loca: "¡Ah! ¡¡Yo he estado allí!!", mientras veo el videoclip.

Esto se acaba, amigos.

- 29.11.10:
Se acabó lo que se daba.

Un americano frente a mí se come un bocadillo de medio metro de longitud. Mi madre y yo nos hemos comido un minimenú chino en medio del aeropuerto de Newark.

Son las 17:25. Dentro de una hora debería empezar el embarque. Por suerte, hoy no tenemos retraso. Vamos a deshacer los 6.500km. Llegaremos a las 9, hora española, a Barcelona. Y hasta las 15.50 no sale el vuelo a Palma. El día (o los días) se me va a hacer eterno.

Nos comemos el último banana nuit muffin de los EEUU. Qué bonita y qué grande es. ¡Igualita a NY!

- Bonus Track:
El chico que se me sentó al lado, en el vuelo, era... un personaje de mucho cuidado. Vi una película. Y prácticamente, el resto del tiempo, me lo pasé dormida. Así que me dio la impresión de que llegamos en un plis plas a BCN. Hiciemos tiempo durmiendo en unos bancos imposibles (para nosotras eran las 3 de la mañana). Y luego, hicimos todavía más tiempo durmiendo en los mismos bancos imposibles pero ya un poquito más cerca de la puerta de embarque de nuestro vuelo a casa.

No recuerdo qué hora era cuando llegamos a Mallorca. Y menos mal que nuestras maletas estaban donde tenían que estar. Imaginaos... Que no llegasen y tener que hacer la reclamación. Qué palo.

Llegamos a casa. Home sweet home. La verdad es que después de estar dos días de viaje te importa una mierda que hayas dejado atrás NY. Lo único que una quiere es pillar la cama y dormir. Y eso hice. 14 horas.

2 comentarios:

Emi dijo...

Con estas crónicas trasladas a todos a NY!

Iriel dijo...

Coincido con Emi :)

Ha sido maravilloso leer todo!