Hoy me he dado cuenta de que no era yo la que caminaba. No sentía míos los pasos. No eran míos. Era consciente de que me acercaba al piso, un lugar que últimamente no siento muy mío y en el que, cuanto menos tiempo pase, menos descompuesta acaba mi alma. Era consciente de que pisaba el suelo. Un paso. Luego otro. Pero no era yo quien los daba. Si fuese mi pie... si fuese mi real conciencia la que dirigiera mis pies, estaría muy lejos de aquí.
Una fuerza, llamémosla inercia, monotonía o costumbre, era la que decidía los pasos por mi. Yo simplemente me dejaba llevar.
Quizás algún día llegue a donde realmente quiero ir. Cuando tenga el valor necesario para hacer lo que quiero hacer. Y la decencia de afrontarlo.
...Intenta no respirar.
Una fuerza, llamémosla inercia, monotonía o costumbre, era la que decidía los pasos por mi. Yo simplemente me dejaba llevar.
Quizás algún día llegue a donde realmente quiero ir. Cuando tenga el valor necesario para hacer lo que quiero hacer. Y la decencia de afrontarlo.
...Intenta no respirar.
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